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Santo Domingo
Desde que se dio a conocer el primer caso de COVID-19, en Wuhan, China, el pánico se apoderó de la población, y aun sin saber la magnitud de su gravedad se presentía que una gran catástrofe sanitaria se nos venía encima.
La rápida expansión del Coronavirus por el mundo hizo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara estado de emergencia. Esto obligó a los gobiernos de todas las naciones a afrontar medidas con el fin de paralizar su propagación.
Despertar con la esperanza de que el virus se detenga me hace reflexionar sobre la importancia de apegarnos a la fe y pedir al Creador que tome el control, que nos resguarde con su manto protector para que el mundo no se siga llenando de luto.
Sin temor a equivocarme, creo que a las medidas tomadas por el Gobierno dominicano debemos inyectarle esa dosis de oración, arrodillarnos ante Dios, pero hacerlo desde lo más profundo de cada corazón. Tener una conversación íntima con Él, mostrar nuestro arrepentimiento por si en algún momento hemos caminado contrario a Su voluntad.
Esta terrible pandemia ha demostrado que podemos vivir sin tanta vanidad. Sin derroche económico en grandes fiestas, sin gastos extremos… Dios nos está dejando un claro mensaje de que debemos aprender a priorizar desde el amor y la bondad, siendo la familia lo más importante.
Reflexión
Te invito a valorar más lo que tienes. A convertir nuestro hogar en un castillo de amor, un templo de paz. A cultivar la felicidad desde adentro. En este momento vamos dejar fluir la creatividad de reinventarnos como seres humanos, pasemos balance a nuestras actitudes. Aprovechemos el tiempo, esta es también una oportunidad para compartir con los hijos, jugar, leer un libro, comer juntos o ver una película. ¡Esto va a pasar! No hay duda, y pronto nos volveremos a reencontrar.
Cuida los tuyos y recuerda que al final del túnel siempre habrá una luz. Fuente: Listín diario